La vocación de ser cornudo

El senador Morales, presidente de la UCR, se siente traicionado. Lavagna se fue con Kirchner. Lo dejó. Habla de `cooptación de dirigentes´, democracia de candidatos en desmedro de las organizaciones, lo dejó la Stolbitzer, lo dejó Cobos, pero que lo deje Lavagna ya es la resurrección de Judas.

Pero la política es así, no hay convicciones doctrinarias, hay estrategias, lo que habla más de objetivos que de principios. Este gobierno tiene la estrategia de meterle a fondo al mercado interno y bajar la desocupación. Para eso protege la industria local con un dólar alto. Aprovecha el envíon del mercado mundial para hacerse de reservas fiscales. Este proyecto hace agua por varias partes. Todo proyecto político-económico haría agua por varias partes. Puede ser riesgos de inflación como de deflación, de agitación gremial como de acatamiento de masas en reserva marginal, de manipulación centralista como de internas paralizadoras.

El 2001 creó una situación nueva. El default deja al país sin crédito. Está ausente del circuito financiero. Vive con lo nuestro, con su propio proceso acumulativo. Al no hacer uso del seguro de cambio y de reajustes de tarifas de acuerdo a la devaluación, las empresas de servicios de la era menemista se van del país.

El estado ocupa ese lugar. En esta estrategia Kirchner y Lavagna no tienen mayores diferencias. Tampoco las tiene Alfonsín con ellos. El conflicto se reduce a una lucha por espacios de poder. Cuando el ex ministro quiso cruzar la delgada línea roja y pelearse con de Vido para convertirse en un protagonista autónomo del poder, afuera. Lo mismo le pasó a Terragno con de la Rúa.

Ahora tienen intereses en común. Lavagna porque no tenía destino, Kirchner porque quiere debilitar a posibles adversarios como Duhalde, y, quizás de la Sota. Una vez, así escuché, J.P. Feinmann dijo que Kirchner se parecía a Juan Manuel de Rosas, lo que le ocasionó un reto de Verbitzki. Tenía razón, es muy parecido. Al menos en la historia que de él cuenta Tulio Halperín Donghi en su libro De la Revolución de Independencia a la Confederación Rosista.

En el texto, a través de las idas y venidas de las luchas por el poder, la figura del cruel tirano no deja de asomar como un hombre que transformó un territorio fragmentado por luchas civiles en una nación. En 1852 la palabra argentino sonaba a algo real. No creo que Kirchner transforme al país, pero no por flaquezas personales, sino porque su transformación ya no depende de la política interna sino de la administración más o menos sabia, pero limitada, de los efectos en nuestro país de la dinámica del mercado mundial.