Archive for agosto, 2022

El pensamiento francés (8)

Se dice que con Flaubert la novela adquiere dignidad estética y prestigia a sus practicantes.

Continue Reading 25 agosto 2022 at 9:46

El pensamiento francés (7)

El pensamiento francés (7)
Flaubert ha concentrado la atención de quienes se interesan por la literatura francesa del siglo XIX.

Continue Reading 20 agosto 2022 at 22:08

Kindle o no kindle

Kindle o no Kindle
1) Antes
Yo leo, luego existo.
Yo soy del libro, lo que quiere decir muchas cosas. Que el libro es mi tercer brazo, mi tercer ojo, mi compañero, mi prótesis, una de las tres cosas que para Sarmiento justificaban una vida: el árbol, el hijo y el libro.

Continue Reading 17 agosto 2022 at 9:59 9 comentarios

Se busca un pensamiento

Se busca un pensamiento
Hoy es dieciséis de agosto del 2022. Estoy en Buenos Aires después de diez días en Colonia. Volví suavecito como un guante de terciopelo. El pueblo uruguayo tersa hasta al más arisco. Me hice socio del club Plaza para ir a la “piscina” como dicen allá y usar el gimnasio.

Continue Reading 16 agosto 2022 at 16:42 11 comentarios

El pensamiento francés(6)

Desde el año 1945 hasta 1960, esos quince años fueron los de la posguerra. Ocupación y liberación se sucedieron.

Continue Reading 13 agosto 2022 at 9:36

El pensamiento francés (5)

Sartre degrada a Baudelaire. Su ensayo de 1948 forma parte de su batalla cultural contra los resabios del surrealismo y contra las vertientes poéticas de una ideología literaria que aún persistía en la preguerra.

Continue Reading 9 agosto 2022 at 10:58

El pensamiento francés (4)

El pensamiento francés (4)
Me he convertido en un nuevo lector prematuro de la obra que Sartre le dedicó a Flaubert.

Continue Reading 5 agosto 2022 at 15:41

El pensamiento francés (3)

El pensamiento francés (3)
a) Hablaré del nacimiento de mi interés por el pensamiento francés delimitado por su literatura. Fueron dos los estímulos que me indujeron a este viaje.
El primero se debió a que una producción televisiva francesa realizó una serie de breves encuentros con escritores a lo cuales les pregunta que mencionen un libro que haya cambiado sus vidas. El video dura un par de minutos y puede verse por you tube. En uno de ellos las preguntas están dirigidas a Paul Veyne, mi pensador predilecto. El historiador responde que en realidad no puede hablar de un solo libro sino de dos: “La cartuja de Parma” de Stendhal, y “ La educación sentimental” de Flaubert. La novela de Stendhal le enseñó como hay que vivir. Sentir la pasión por algo o alguien, el amor, la intensidad de las experiencias, que en su historia personal fue su vocación por el estudio de la antigüedad romana, el alpinismo y las mujeres.
La novela de Flaubert le enseñó como no hay que vivir. La historia de un personaje que no importa lo que haga, con quien se encuentre, de quien se enamore, donde viva, tenga o no tenga dinero, todo le dará lo mismo, un individuo que a pesar de las variaciones de los avatares de la vida, nada logra sacarlo de su marasmo, de su aburrimiento, de la frivolidad.
Conocerlo y leerlo a Veyne resuelve el problema sin necesidad de leer estas novelas. Exhala entusiasmo y energía vital con sólo moverse, y cuando comienza a hablar lo hace con el alma en la boca. Sin embargo, leí el libro de Flaubert, y comencé el de Stendhal con un resultado inverso al esperado. La novela de Stendhal cuenta las aventuras de un personaje al que le pasa de todo con muchos protagonistas en inúmeras situaciones, es joven, se pierde en atolladeros que ponen su vida en peligro, participa de una y mil batallas, quiere estar en el centro de los acontecimientos de su tiempo, es objeto de amoríos, y cuantas más cosas le suceden las páginas se me hacen cada vez más largas.
Evidentemente, no son las novelas de aventuras las que me distraen. La otra novela, la de Flaubert, es más que interesante, es fascinante, y su maravilla reside en que crea un mundo nuevo hablando de uno viejo. La mirada del autor sobre acontecimientos de su época es de una lucidez que pocos cronistas pueden lograr. El escepticismo, la ironía, hasta la crueldad de la mirada de Flaubert al universo cotidiano, político y social, que comienza con la revolución popular del 48 hasta el vistazo al ocaso de 1870, ya es parte indisociable del tiempo que narra. El imperio de Napoleon III también es flaubertiano.
El segundo estímulo me lo dio Jean Améry. Mis lecturas y reflexiones sobre el pensamiento judío después de Auschwitz me remitieron a la vida y obra de mis tres referentes, Imre Kértesz, Primo Levi y Jean Améry, entre las lecruras a las que me aboqué, se encontraba el libro de Améry publicado semanas antes de su suicidio.
Ya he comentado el tema y lo seguiré haciendo porque es inagotable, me refiero a la obra de Améry, parte de la cual está dedicada a su derecho a darse la muerte, lo que acontenció efectivamente después de escribir sobre Charles Bovary, el esposo de la heroína de la novela, la inmortal Emma, una novela cuyo título en francés es “Charles Bovary, médecin de campagne, portrait d’un homme simple”.
Nada es simple una vez que pasa por el filtro del escritor judeo-austríaco.
Le dice a Flaubert que ha despreciado sin derecho alguno a un hombre de bien, que degrada valores y tantas cosas más que reinvidican a un individuo cuya falta es haber amado demasiado. Améry lo hace sin por eso escribir un ensayo sino reescribiendo la novela con una operación inédita como la de ingresar en una ficción para torcerla. Este escrito sorprendente me desvió a su vez de mi periplo durante la cuarentena por el pensamiento judío al que llegué al distanciarme de mi estancia en el pensamiento argentino situado en la década infame, y me obligó a concretar una tarea pendiente que era la de leer la novela de Flaubert para mejor comprender el libro de Améry.
Fue así que hice mi entrada en el pensamiento francés, de la mano de Veyne y Améry.
………………………………………………………………
b) La figura de Gustave Flaubert es central en esta incursión por el pensamiento francés. Mis dos mentores, Veyne y Améry, que permitieron que esto así ocurriera, son en parte responsables de esta centralidad. Pero hay, además, otros ingredientes no menos importantes en este dibujo cultural. Cada vez que se habla de Flaubert aparece el nombre de Sartre. No deja de impresionar lo que hizo este filósofo durante años ensimismado en una tarea ciclópea para dar cuenta de la vida y obra de un escritor, y mostrarnos a la vez la estructura y la dinámica de una sociedad que en principio poco y nada tiene que ver con la nuestra. Digo en principio, porque hay rasgos propios a lo que se denominó Segundo Imperio, que veo replicar en nuestra Argentina del 2022 que como el resto del mundo vive lo que anuncia como pospandemia al mismo tiempo que nos dice que ya está disponible la quinta vacuna para los mayores de edad en caso de futuras y posibles mutaciones del virus.
Las similitudes, por supuesto, no tienen que ver con las vacunas, sino con lo que Sartre analiza como el comportamiento de “la burguesía”. El filósofo francés aplica su método “progresivo-regresivo”, teorizado en su “Crítica de la Razón Dialéctica”, que comienza en la cuna del pequeño Gustave y se prolonga al infinito, con retornos a la infancia y al hogar paterno.
Tres tomos no fueron suficientes, se interrumpen en el momento en que un aneurisma ocular deja a Sartre ciego, con la incapacidad de seguir escribiendo. He escrito con detalles en “El deseo de revolución” sobre los ultimos ocho años de la vida de este excepcional filósofo que daba martillazos cada vez que punteaba una verdad y que ante las realidades que le mostraba lo que llamaba “historia”, perdió el rumbo para transformarse en un personaje griego.
Por un lado uno de Platón, una escena del diálogo “Fedón”, que en Sartre se da invertida porque ante las puertas de la muerte no deja una lección a sus discípulos como lo hizo Sócrates, sino que le pide a un joven acompañante que lo oriente en un mundo al que ya no le encuentra sentido. Y por el otro, un personaje de una tragedia de Sófocles, en la que Edipo, ciego, es guiado en el destierro por una de sus hijas, Antígona.
Durante casi una década, Sartre se dedica a Flaubert, le entrega su cuerpo saturado de medicamentos y estimulantes, con el propósito de explicar todo, dar cuenta de una Totalidad, desde lo que llama la neurosis de Flaubert como el funcionamiento de la sociedad de su tiempo.
Cada vez que un nuevo ensayista la emprende con madame Bovary, o con Flaubert, se ve en la obligación de mencionar la obra de Sartre “El idiota de la familia”, aclarar que se vió imposibilitado de leerla en su integridad, y lo considera un intento biográfico sumamente respetable a a la vez que insoportable. Si no ilegible.
Dos mil páginas sobre la vida y obra de un hombre, un proyecto inconcluso, o malogrado, en el que ni puede llegar en su tercer tomo a considerar sus principales libros, nos obliga a emprender la misma tarea que estos lectores que dicen haber sufrido la lectura. Sufrido y, al menos en lo que a mí respecta, gozado.
A la figura de Flaubert, no sólo la acompaña Sartre, también lo hace otro intelectual francés, me refiero a Pierre Bourdieu. Su teoría del campo literario puede combinarse con la obra de Sartre, y sin llegar a los aspectos delirantes de su longitud, tampoco se destaca por su poder de síntesis.
Entre paréntesis: por alguna razón que desconozco más allá de la cantidad de páginas de ciertas obras, hay un protocolo obligado de “demostrabilidad” retórica que no permite enunciar una idea sin darla vuelta cientos de veces como un panqueque hasta que se carbonice…el cerebro del lector.
Pero junto a Flaubert aquellos que debemos mencionar no son estos mentores como Veyne o Améry, lectores como Sartre o Bourdieu, ni Vargas Llosa, Walter Benjamin, Vladimir Nabokov o Julian Barnes, sino a protagonistas que le son contemporáneos. Por un lado Baudelaire, y por el otro Karl Marx.

Continue Reading 1 agosto 2022 at 14:46 1 comentario


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