LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA 137

16 septiembre 2015 at 8:30 8 comentarios

La palabra contradicción es otra que fue vilipendiada en los años en que Sartre dejó de ser leído. Los filósofos de los años sesenta y setenta del siglo pasado, aquellos que coronaron una especial etapa del pensamiento francés, desplazaron un determinado vocabulario para imponer uno nuevo.
La ciencia general de los signos, como decía Foucault, aquella entelequia llamada `saber´, como recuerda Milner, la teoría con mayúscula elaborada por Althusser y sus discípulos, el concepto de diferencia derivado de los análisis de la lingüística, fueron las herramientas que se desplazaban de una obra a la otra para generar el nuevo espacio filosófico.
No sólo la fenomenología era el blanco a voltear también lo fue la filosofìa hegeliana indisociablemente unida a una particular versión del marxismo. La palabra `contradicción´provenía de la dialéctica hegeliana y resumía todo un modo de pensar que se había convertido en un facilismo. El pensamiento de lo negativo había infestado al marxismo con el nombre de materialismo dialéctico, y en lugar de producir recursos teóricos para análisis concretos de situaciones concretas, se repetía a sí mismo en una cansina y estéril monotonía.
Althusser proponía el concepto de `sobredeterminación´ para salir de los idas y vueltas de la dialéctica; la causalidad metonímica fue un artilugio elaborado por los jóvenes filósofos de “Les cahiers pour l´analyse”, aquellos brillantes discípulos de Althusser y Lacan, que años después, uno de ellos, Benny Lévy, definiría así: los ratones bailan cuando el gato no está.
Una causa ausente y producción de efectos.
Gilles Deleuze también participaba de esta embestida antifenomenológica a la vez que antihegeliana, y, junto a otros, rescataba a Nietzsche de sus guardianes fascistas y de sus intérpretes románticos, para darle consistencia teórica con conceptos como los de `fuerza´ y `sentido´.
Para Althusser la dialéctica hegeliana no tenía la figura de una espiral ascendente, por las que las tesis y las antítesis, se superaban en unidades que las integraban en etapas superiores del pensamiento y de la realidad.
Su forma era circular porque era tramposa, un ardid especulativo propio del funcionamiento de las ideologías que simulaban un no saber, un camino de iluminación progresiva, cuando, en realidad, no era más que una simulación ya que se originaba en lo ya sabido para ser sólo reconocido.
Todas las aguas iban para un mismo molino. Se trataba de un círculo que Althusser denominó `futuro anterior´, en el que lo que estaba por nacer no hacía más que restituir lo ya acontecido. La dialéctica era un círculo que giraba sobre sí mismo y restituía lo transitado en una unidad supuestamente superior que no era más que anterior.
Un falso saber llamado absoluto.
Para Deleuze, la dialéctica hegeliana era una muestra de lo que Nietzsche llamaba `resentimiento´, un modo de replicar demorado, interiorizado, reactivo. Por eso no era más que una nueva versión del cristianismo, una concepción redentora de la historia, que se presenta motorizada por conflictos, que se sabe que se resolverán en una síntesis final, definitiva, y feliz. La reconciliación entre el saber y el poder, entre el cielo y la tierra.
Por lo tanto la dialéctica pertenecía a un pensamiento que ignoraba la revolución nietzscheana, estancado un paso atrás de la lectura que hizo el filósofo de Sils María de la tragedia, en la que no hay reconciliación sino conversión de la fisura en fiesta dionisíaca, de la falta de ser en juego de sombras. En suma, de lo reactivo, a lo activo, de la redención salvífica, a la creación sin Dios.
Fueron más de una estas revoluciones teóricas de la filosofía en nombre de Marx, de Nietzsche y de Freud, que inauguraron el pensamiento postsartreano, al fin liberados de la especulación inútil de una red interpretativa que en nombre de lo `concreto´, no era más que vapor, eco, y letanía.
Pero Sartre nos habla de contradicción, y dice que es insoluble, por lo que no es hegeliano, y, además, la incorpora a una situación singular, la del intelectual, es decir, no la de una persona, sino la de un oficio.

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8 comentarios

  • 1. Marcelo Grynberg  |  16 septiembre 2015 a las 9:17

    En el contexto de su nota, podria comentarnos un poco sobre las ideas de Adorno referidas a «dialectica negativa» y «negacion determinada» ? Mas alla de la afirmacion de que ningun objeto particular puede ser agotado por su concepto, la verdad es que no entiendo mucho.

  • 2. philo  |  16 septiembre 2015 a las 10:12

    Buenisimo profe!!!!

    me encanto!

  • 3. Tomás Abraham  |  16 septiembre 2015 a las 13:28

    el video que nos envió magu: sartre, la edad de las pasiones, es una delicia. son tres capítulos de ocho o nueve partes de diez minutos cada una. una extraordinaria realización y una gran actuación. voy por el cap 2, parte 3.,

  • 4. marlaw  |  16 septiembre 2015 a las 19:41

    La variedad de escuelas y de interpretaciones, por momentos me hace perder de vista el objetivo de la filosofía.

  • 5. magu  |  16 septiembre 2015 a las 20:07

    A mi lo que me conmueve de sus ideas es la de SER RESPONSABLE DE SI MISMO, LA LIBERTAD QUE TENEMOS PARA DECIDIR auque estemos privados de nuestra libertad física (al menos a no creer en lo que se dice, se afirma, en nuestro fuero interior). Pienso que en nuestra HUMANIDAD, a pesar de SU MENSAJE, poca gente hace caso de esto. Algunas tienen hijos, talan árboles o siembran donde no se debe, hacen cosas, deciden cosas, como si no fueran responsables de lo que hacen, confiando en que alguien (ESTADO, padres, familia, un amigo, una víctima de algún robo que perpetran, etc) les proverá lo que necesitan, se hará cargo de ellos «porque lo merecen». A La gente que se hace cargo de si misma y de sus familias en forma decente, la considero ADULTA, al resto, no, quizás esto también es lo que él quiso decir.

  • 6. magu  |  16 septiembre 2015 a las 20:11

    DON ABRAHAM Y AMIS
    TOCABA EL PIANOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO también

  • 7. magu  |  16 septiembre 2015 a las 20:27

    Ahí en CUBA le dice a SIMONE (lo debe haber puesto en sus revistas) «Una revolución es un remedio para caballos, una sociedad que se rompe los huesos a martillazos, …….esta revolución no se garantiza de que no sea aplastada por sus enemigos o DESNATURALIZADA POR SU VICTORIA, y ella le dice: pesimista

  • 8. philo  |  20 septiembre 2015 a las 9:57

    Muy bueno el film «La Edad de las Pasiones»
    Recien ayer pude verlo.


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