LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA 228

30 julio 2016 at 22:36 2 comentarios

Es llamativa la intervención del escritor Adamov, se refiere únicamente a la voz de Bataille. Se interesa por el contenido de su alocución, pero lo que lo ha convencido de la verdad y fuerza de sus dichos es el tono de su voz, que no duda en calificar de auténtica.
Para el filósofo Jean Hyppolite, el concepto de comunicación no apunta a una nada, una disolución, ni al desgarramiento, sino a un ser. Sostiene que en Bataille la nada no es trascendente sino que está en nosotros, por lo que todo se invierte.
Sartre aprovecha estas últimas palabras para advertirle a Bataille, que la nada que inventó y bautizó es una totalidad plena, y que ser cierto lo que dice Hyppolite, lo que se busca es al Ser como tal y perderse en él. No hay nada que se parezca a una nada.
Además, de acuerdo a Bataille, agrega, se tiene la sensación que se puede violar a destajo como se bebe una taza de café. Sartre dice que la moral que se presenta en nombre de la transgresión es rara, porque niega que persigue un bien al tiempo que lo decreta. Sin duda, que, para Bataille el éxtasis, es un gran bien.
Bataille lo mira a Sartre como a un marciano disecado que sólo engulle silogismos. Por cierto, lo dice de acuerdo a las reglas de la cortesía francesa: “Me parece que usted peca de cierta exageración en lo que concierne a las significaciones lógicas” (ibd 345).
Lo instruye en cuestiones básicas. Le recuerda que no somos seres simples, nosotros los humanos, que no puede un lógico separanos en trozos o partes como si fuéramos siameses de una sola pieza. Un pedacito a la derecha otro a la izquierda. El que lo hace cree en el uso de la inteligencia en su grado máximo, un sibarita de la argumentación, y no es más que un producto del comercio proposicional.
Creer que porque se tiene una visión o una necesidad de vivir intensamente, de no sucumbir al tedio de la conservación de sí, uno se convierte en Jack el Destripador, un ser amoral que mata para confirmar el concepto de mal radical, es un síntoma escolar.
Matar para corroborar la pertinencia de un concepto es una enfermedad de los ideólogos, y Bataille dice no aleccionar a nadie. Si matara a alguien, sentiría que cometió un acto abominable. Pero ese sentir no excluye que imagine y se proponga llegar al límite de sus posibilidades.
Al escuchar esto último, Arthur Adamov, aún encantado con el tono de voz de Bataille, hace un aporte interesante. Una partuza, así es, la famosa cama redonda como decimos los argentinos, otros la llaman orgía para darle un significado universal, es una situación que desafía nuestras costumbres monógamas, virginales, puritanas, comedidas. Hay que tirarse al barro de la historia. Pero una vez finalizada la sesión, dice el escritor, estamos desmoralizados por “la dispersión a la que esa búsqueda nos conduce”.
No sabemos si Adamov da cuenta del asunto, deprimirnos porque la abundancia de sexo anónimo (suponemos que la situación no se hace con los que vemos día a día en la oficina o en familia) nos `dispersa´, no parece resumir el talento metafísico que pretende contener la obra Bataille.
Pero partuza mediante, Sartre interviene de inmediato y sentencia que la búsqueda de éxtasis no deja de ser un valor. No ceja en su empeño de calificar a Bataille de moralista.
Bataille no se siente ofendido ante la intencionada descalificación. Confirma que su pensamiento proviene de la moral del deterioro. A partir de la misma se generan los valores. La moral superior, la de la cima, se disuelve, renuncia a sí misma, y nos inunda la noche. Sólo nos queda el movimiento contestario de todos los valores.
A falta de éxtasis, ejercemos el espíritu crítico.
Vuelve Sartre a recordarle, que no hace más que practicar una moral de la búsqueda. Bataille le retruca que decir eso es excederse en la voluntad de signficar. Y trata de sintetizar su derrotero con la siguente alternativa:
a) anularse; renunciar a toda posible salida de sí, dedicarse a fabricar una economía del gasto racional.
b) derrochar; puro consumo y consumación; lujo; el absurdo.
Además, ¿por qué pecado y no falta? Sartre le preguntaba porque usaba una palabra cristiana en lugar de otra secular. Bataille responde: porque la prefiero a las abstracciones. Es la diferencia entre el cumplimiento del deber y la sensación extática.
Danielou interviene en la disputa entre los dos contendientes y ve que Sartre quiere encerrarlo a Bataille en una posición y que Bataille se le escabulle porque le tiene fobia a las posiciones.
Finalmente, Bataille cierra la reunión con una confesión, y una autocrítica.
Se dio cuenta de que nadie percibe lo que se divierte diciendo lo que dice. Que no pudo trasmitir la alegría que siente con sus ideas. No advierten el desparpajo con el que se mueve, ni lo poco que le importa si fracasa en sus dichos y en su capacidad de convencimiento.
Sabe que existen las trampas para quien trasmite con palabras de angustia alegrías desmesuradas, y se lo atribuye al lenguaje que no nos permite expresar algo bueno que es mera pérdida. Las palabras se agrupan en proposiciones conformadas por una sucesión de identidades.
Termina recordando que para Nietzsche la tragedia debía ser recibida con una risotada. Gandillac replica que en todo caso no será “la risa de la paz”, y Bataille responde: “sólo puedo hablar de una risa feliz y pueril.

En una carta fechada en 1950 a René Char quien llevaba a cabo un cuestionario para la revista `Émpédocle´ sobre el tema de las `Incompatibilidades”, Bataille aprovecha la ocasión para desplegar su posición, su distancia y sus críticas a las ideas en boga que puso en escena Sartre en ese momento sobre el compromiso político del escritor. (Reproducida y traducida en el libro “Georges Bataille. Una teoría del exceso”, de Axel Gasquet, Bs. As. 1996)
Dice que de acuerdo a esta doctrina el lenguaje es un momento particular de la acción, y que de este modo crea una moral de la literatura que muestra que de no supeditarse a la praxis política se torna en una actividad miserable, denunciada como una labor inútil y superflua.
Bataille no se deja convencer por las teorías de Sartre que obliga a optar entre literatura comprometida y la otra cortesana y elitista, un resabio de la división maniquea del stalinismo entre ciencia burguesa y ciencia proletaria. No se trata más que una nueva tentativa de la vulgaridad utilitarista que condena al que no es rendidor y productivo en términos del servicio de bienes como un ser sobrante, un vagabundo parásito, o un acomodado a perpetuidad.
A veces, reconoce Bataille, el hecho de pertenecer a una comunidad, un grupo o una minoría oprimida o perseguida, hace que el escritor esté comprometido con una situación que se le impone. Es el caso de Richard Wright, el escritor negro, comentado por Sartre. Pero en la mayoría de los casos vemos como la limitación del acto de escribir a la denuncia de una dominación, permite que cuando nada es exigido por el contexto inmediato, las convicciones no sean más que un “acto de proselitismo. Se niega así expresamente el sentido y el hecho de un margen de `pasión inútil´, de una existencia vana y soberana, que en su conjunto es un bien exclusivo de la humanidad” (pag 128).
En una familia tradicional, agrega, un poeta dilapida el patrimonio, es por lo tanto un maldito…”, lo mismo que un escritor que derrocha los recursos de la sociedad que lo alimenta.
Pero la réplica a esta posición es contundente: “el espíritu de la literatura siempre está, lo quiera o no el escritor, del lado del derroche, de la ausencia de objetivo definido, de la pasión que socava sin otro fin que sí mismo, con el único propósito de corroer. Dado que toda sociedad está dirigida en el sentido de la utilidad, la literatura – al menos por indulgencia, como un descanso menor – siempre debe oponerse a esta dirección” ( ibid, 130).
En esta carta a René Char, el poeta que fue un jefe de la resistencia, Bataille reinvindica para el escritor la herencia de reyes y sacerdotes que ocupaban el lugar apartado del resto de los hombres con la legitimidad de lo sacralizado; esta vez, en la modernidad, con la decadencia de lo sacro, quien elige el camino de la literatura querrá transformar el privilegio menor de los reyes que era la de renunciar al poder, en un privilegio mayor: el de no poder nada.
Por lo que el escritor en la sociedad activa se verá reducido a la parálisis de la muerte.

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2 comentarios

  • 1. Pablo Fasoli  |  3 agosto 2016 a las 17:45

  • 2. Marcelo Grynberg  |  7 agosto 2016 a las 16:01

    Gracias Pablo por el documental. Aunque respecto a las `visiones. de Bataille y Nietzsche: «mejor encender una vela que maldecir a la oscuridad».


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